Muchas veces cuando leo artículos en algunos periódicos sobre el jazz me doy cuenta que muchos periodistas no tienen la más mínima idea sobre del género y tienden a generalizar conceptos que hay que entenderlos y estudiar su contexto para ver el panorama general. Esto me ha hecho pensar su enorme valor. Un género lleno de enorme belleza y honestidad, con una historia increíble, una música que habita en un universo diferente del que se había desarrollado la música hasta entonces y está ilustrada por las travesuras tontas de un grupo de cabezas explosivas de los años 20. Empecé a escuchar jazz a los 17 años, y a pesar de que no crecí directamente escuchándolo, me puse a pensar en las razones de por qué llegué a amarlo.
Aquí están algunas de ellas:
El jazz es producto de una historia increíble
Hay tres lenguajes universales en la música que escuchás en todos lados: la tradición académica-clásica europea (Bach, Beethoven, Mozart, Tchaikovski, etc), la música rock y sus miles de derivados (pop, música electrónica, funk, etc) y el jazz.
La música clásica evolucionó en Europa a lo largo de cientos de años en la iglesia, luego en la aristocracia y burguesía europea y tiene una tradición académica sólida alrededor del mundo desde hace varios siglos. El rock, que ha definido la música de la segunda mitad del siglo XX, surgió mayormente en la clase media, producto de los baby boomers (nacidos post Segunda Guerra Mundial) en Inglaterra y Estados Unidos. Y el jazz se originó de ciudadanos que eran considerados parias, descendientes directos de generaciones de esclavos, que vivían en condiciones de segregación no mucho mejores que en la esclavitud.
Los afroamericanos eran marginados por la mayoría de la población anglosajona. Era algo normal denigrar a una persona negra durante la primera mitad del siglo XX, se les negaban sus derechos humanos más básicos así como el acceso a empleos de calidad haciendo que vivieran en la absoluta miseria. A pesar de toda esta barbarie, ellos nos dieron uno de las mayores manifestaciones artísticas de la historia. Una música que es profundamente emocional, democrática e inclusiva, el cual se esparció rápidamente por todo el mundo y llegó a influenciar profundamente la creación musical en Latinoamérica. No podés entender la tradición musical afro caribeña o brasileña sin el jazz. Un género que le habló a personas de todas las etnias y nacionalidades, credos y culturas. Es algo único dentro de la historia del arte, una música que surge de las peores condiciones sociales posibles, aun así con un mensaje de esperanza y alegría, sufrimiento y tristeza, celebración y participación; algo profundamente universal. El jazz es una increíble historia de cómo el ser humano puede triunfar y descubrir belleza aún bajo las peores adversidades.
El Jazz es una conversación
Tocar jazz a nivel profesional es sumamente difícil, demanda una vida dedicada a la práctica y al compromiso. En este ambiente sólo los mejores instrumentistas y cantantes sobreviven hasta el final. Son los que se dedican a explorar durante toda su vida el lenguaje que ha evolucionado a través del tiempo y continúa hasta hoy en día. Para hacer jazz tenés que ser muy dedicado, talentoso y entender la música en todos sus niveles. Todo esto requiere de muchos años de experiencia, estudio y conciertos que suman para que alguien pueda llegar a ser un gran músico y realmente saber tocar y cantar. No obstante para escucharlo es solo prestar atención a los solos, letras, arreglos, metales, frases melódicas y ritmo. Escuchar jazz puede ser una experiencia extremadamente satisfactoria para cualquier persona, sin necesidad de conocimiento teórico musical.
Hay que entender bien que es un género colectivo e individual, todos son importantes dentro de un ensamble y tienen que tener una voz propia. Eso es algo que lo hace una forma de arte maravillosa, podés trabajar en colectivo, pero seguir siendo vos mismo, porque de eso se trata, que cada uno escuche lo que el otro tiene que decir.
Escuchar, apreciar y estudiar Jazz te hace amar más la música
Esto puede ser un punto muy controversial y debatible, pero es algo que he meditado y madurado con los años. Es parte de mi experiencia personal y tampoco es extensivo a todo el mundo, aunque creo que el principio aplica también a la música clásica y al rock.
Mi carrera en la universidad tuvo un enfoque jazzístico, aun así estudiar 5 años en cualquier sistema de pedagogía musical, es solamente un pincelazo. Se necesitan muchos años de práctica y sobre todo de tocar con otros músicos para poder dominar un instrumento y realmente expresarte a través de él. Pero esa fue una introducción genial al género, de inmediato quedé enganchado y quise saber más y más, y al ir descifrándolo vi que es la columna vertebral de mucha música que existe hoy en día.
Si algo un músico de jazz ama es hablar sobre música: grandes discos, las diferencias entre un músico y otro, su propia filosofía musical y de lo que hace y cómo lo hace. He conocido músicos profesionales que realmente pareciera que no les interesa mucho la música en sí, tal vez de alguna u otra forma encontraron la forma de vivir de ella, tal vez por tradición familiar, o por cosas de la vida, pero se quedan muy en la superficie. En cambio cuando he conocido a verdaderos músicos de jazz, muchos a los que admiro, les encanta saber de tus proyectos, que les cuentes tus problemas de estudio, o de cómo encontrar tu estilo y miles de cosas que sufrimos día a día los músicos. Eso se me hace muy noble, ya que la música siempre ha sido un arte para compartir, no para competir.
Sin más el jazz es responsable de muchos de los grandes genios musicales del siglo XX y de la historia: Louis Armstrong, Duke Ellington, Count Basie, Art Tatum, Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Charles Mingus, Miles Davis, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Billie Holiday, Thelonious Monk, Sonny Rollins, Ornette Coleman, Bill Evans, Keith Jarrett, McCoy Tyner, Chick Corea, Wayne Shorter, Herbie Hancock, Bobby McFerrin y Steve Coleman por nombrar algunos.